martes, 11 de diciembre de 2012

A la guerra




Marchan al compas de bombos y tambores, visten uniformes iguales para distinguirse, llevan banderas como símbolo de su reino, entonan cantos para darse fuerza y vitalidad para el encuentro, y como no, tienen grandes batallas, no es ningún ejercito ni batallón, pero, si hablamos de un comando y una trinchera.
El futbol peruano ha llegado a su máximo punto de violencia, dejando al lado las provocaciones verbales, la disputa de barrios y secuestro de banderas, por algo más elevado, una muerte humana
Como cualquier aficionado al deporte sé que es muy popular decir “mi vida es el fútbol  pero eso no significa que el futbol valga una vida humana. La prensa dejo al lado la política y secciones policiales por enfocarse al partido del sábado, todo normal, estadio lleno, cada barra por su costado, pero hubo un final muy inesperado, aparte de un gol a último minuto por parte de los locales, un homicidio dentro del recinto deportivo.
Un estudiante, fanático del visitante, fue arrojado de los palcos del estadio. Los primeros comentarios fueron que la policía no actuó rápido y que el gobierno debe ejecutar proyectos para acabar con el pandillaje.
Sociólogos y psicólogos dicen que este comportamiento de estos jóvenes pandilleros se debe a , que ellos crecieron en una familia separada , un lugar donde el alcohol y la droga se vende como el pan , donde es mejor estar mal acompañado que solo , y es cierto pero en este caso no.
Los asesinos figuran entre los 30 y 35 años, dime ¿son jóvenes? , sus familias pertenecen a la élite limeña , sus barrios son los más onerosos de la ciudad y casi todos, son egresados de las mejores universidades del Perú. Y en este caso como explicamos la violencia y su vil conducta.
Queda demostrado que tal vez el drogadicto del barrio pueda ser tu hijo, tu nieto, tu hermano, tu vecino o tal vez tú. En qué sociedad estamos que no solo los jóvenes están en un sendero sin final, sino también algunos adultos que siguen con la euforia de sus épocas de adolescentes.
Y el gobierno, que para la mayoría de cosas da excusas, dice ahora que tratar a adultos es demasiado tarde, y tratar a los jóvenes es un caso perdido, entonces solo queda una solución, la prevención.
Desde pequeños les debemos dar a entender que cosa es buena o mala, sé que es un proyecto a largo plazo, pero los resultados no son para nosotros, sino para nuestros hijos, porque si nos quedamos con los brazos cruzados, ¿qué sociedad les tocara a ellos?, porque yo no quiero que a mi hijo le vendan drogas en el supermercado, ni que lo asalten a diario, ni que las malas amistades abunden el barrio.
Así que si esta década ya no se puede cambiar, tengamos fe y esperanza para que la próxima sea mejor, o por lo menos poder ir al estadio tranquilo.

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